lunes, 19 de julio de 2010

LA INVASIÓN DE IRLANDA POR LOS NORMANDOS (IV) Querellas internas entre los reyes de Irlanda.


Sabemos por la Historia que muchas de las invasiones que sufren los diferentes reinos o naciones tienen su origen en disputas internas que acaban provocando la entrada de un tercer elemento en discordia, alguien extranjero que se pone de parte de alguna de las dos facciones, y que normalmente busca el beneficio propio.
El Rey Supremo de Irlanda, elegido en la colina de Tara desde el principio de los tiempos, era en aquel entonces cierto Rory O´Connor, que era además rey de Connacht. Dentro de este reino había otro de menor entidad llamado Breifne, en donde ocupaba el trono Tiernan O´Rourke. Ambos eran aliados en los acontecimientos que describiremos a continuación. El reino más poderoso de la isla era Leinster, que incluía Dublin y otras ciudades fundadas por los vikingos siglos atrás. Leinster tradicionalmente había venido manteniendo relaciones hostiles con el resto de Irlanda, que siempre fue más fiel a las tradiciones gaélicas, ya desde los tiempos de las primeras incursiones escandinavas. Esta rivalidad volverá a repetirse en la figura de Dermot mac Morrough, enemigo acérrimo del ard rí y del rey de Breifne. El casus belli del enfrentamiento entre ambas facciones fue el secuestro de la mujer de Tiernan O´Rourke por parte de Dermot. Un rapto, por otra parte, parece ser que consentido. En todo caso Dergovilla, que así se llamaba ella, es mencionada en las fuentes como la Helena de Irlanda. Sea como fuere, la guerra estalló en torno al 1155.

Estos acontecimientos no eran nada raros en Irlanda. La guerra entre diferentes reinos y facciones era prácticamente la única forma que las elites tenían de hacer política. Incluso la figura del ard rí, o Rey Supremo, era más bien decorativa, un fetiche de otros tiempos. Unos tiempos, sin embargo, que podían haber sido diferentes. Desde el siglo IX, con los primeros asentamientos nórdicos estables y la fundación de los primeros reinos vikingos en Irlanda, emergen figuras que ofrecen nuevas miras al permanente estado de guerra tribal. Aquí podemos destacar a Malachi I, muerto en el 862, Niall Glundub, “rodilla negra” o su hijo Muirchertach mac Neill, “el de las capas de cuero” también llamado el “Héctor del mundo occidental”, muerto a mediados del siglo X. Aunque fue Brian Boru, el que más destacó a este respecto, pero su muerte y la de sus herederos en la batalla de Clontarf (1013) truncó la esperanza de una Irlanda unida bajo un solo rey. Desde entonces nunca más volvieron a repetirse intentos de unificación política, y era cuestión de tiempo que llegaran nuevos invasores. Una isla inmersa en un sin fin de luchas entre clanes y reinos era un plato demasiado tentador para unos normandos hambrientos de tierra.

Dermot mac Morrough, despechado por sus asuntos conyugales, y presionado por sus enemigos O´Rourke y Rory O´Connor decide pedir ayuda a los ingleses. Así en el 1166 cruza el mar y expresa allí su deseo de recuperar el trono de Leinster. El rey inglés, Enrique II, estaba en aquellos momentos ocupado con sus asuntos en Francia, y no quería abrir un nuevo frente, esta vez en Irlanda. Además su situación en Inglaterra tampoco era muy estable debido a la actitud arrogante, digamos, de muchos de sus nobles. Sin embargo Enrique no era el rey más fuerte de Europa por casualidad, y pronto llegó a la conclusión de que guerrear contra los irlandeses sería una estupenda forma de mantener ocupados a sus nobles, así como de expandir aún más sus dominios. Aún a riesgo de que sus magnates normandos pudieran hacerse demasiado poderosos - como luego sucedió – merecía la pena intentarlo. Fue por ello el inicio de la invasión de Irlanda por los normandos una empresa estrictamente privada, que contaba, eso sí, con la licencia del rey, y también con el beneplácito del papa, deseoso de reformar la Iglesia irlandesa. Así Enrique II dio permiso a Dermot mac Morrough para que reclutara gente entre sus nobles. Y el irlandés habló con un conde normando llamado Richard de Clare, al que prometió, si le ayudaba, la sucesión al trono de Leinster y la mano de su hija, la bella Aoife.

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