jueves, 25 de marzo de 2010

THE VIKING LONGSHIP Y STEVE NOON


Lo cierto es que los de Osprey están llegando a un nivel de complejidad que me agrada sobremanera. Sé que es una editorial un tanto criticada por los historiadores serios, por su supuesta falta de profundidad o de análisis. Cierto. No hay análisis en estos libros, y los autores nunca llegan a conclusiones, y la verdad es que tampoco se casan con nadie. Es una Historia descriptiva, si, pero que llega a todo el mundo. Es más yo diría que con Osprey la Historia se democratiza. ¿Cómo es esto? Pues porque los textos son sencillos y directos y eso sin hablar de la calidad de sus ilustraciones. Son libritos fáciles de leer y que encima te entran por los ojos.

Digo lo del nivel de complejidad porque debido al éxito de estas publicaciones, Osprey se está diversificando (hace ya tiempo) y está tirando series especializadas, dentro de la historiografía militar, claro, como Fortress, o New Vanguard, en donde ya no son tan sencillos, sino muy técnicos a la hora de describir fortalezas, barcos o lo que sea, siendo capaces, a mi modo de ver, de satisfacer las exigencias de arquitectos o ingenieros si hiciera falta. Siguen siendo muy descriptivos, pero no cabe duda de que los autores están versados.

El libro del que vamos a hablar es una buena prueba de ello. Me lo compré en una librería muy maja, en Londres, una pasada por cierto, con una sección especial de Osprey de casi media hectárea, vamos que tenían de todo - luego descubriría que en las islas lo de la sección de Osprey es lo habitual -. Total que estaba aburrido, paseando por el centro, y por el precio de tres pintas me agencié este Viking Longship, con la intención de devorármelo esa misma noche, aunque no fue así, porque, ya digo, es complejo el librito.

No conocía ni conozco al autor, cierto Keith Durham, que ha publicado ya antes con Osprey y que escribe Historia como lo hacen todos los ingleses, de modo muy ordenado y clarito, aunque carece de la capacidad de análisis de sus compatriotas, quizá porque escribe para Osprey, pero a cambio es muy técnico. Más que historiador parece ingeniero naval, el amigo.

El texto comienza con la historia de las embarcaciones escandinavas desde la Edad del Bronce, tras una más que breve introducción histórica, y con ejemplos muy concretos como el bellísimo bote de Hjortspring, del 350 a.C y así andando el tiempo hasta el barco de Kvalsund, más de un milenio posterior y precursor de las embarcaciones de época vikinga, como el barco de Oseberg, tan famoso él, y así el autor nos cuenta las características técnicas de estas naves, como fue su descubrimiento, su reconstrucción (todos ellos están perfectamente reconstruidos en museos), peso, altura, anchura, color, material, función, capacidad...y así hasta llegar a los barcos de época normanda, del siglo XI, todo ello con mucha foto, en blanco y negro, eso sí.

Pero hablando de fotos, o más bien de ilustraciones, lo que más me gusta de este libro, sin duda, es el trabajo de Steve Noon, uno de mis ilustradores favoritos. Las páginas centrales son una obra maestra de la ilustración histórica. Yo conocía a este dibujante por sus trabajos en algunas obras para el público juvenil, sobre Egipto y tal, y nunca me llamó la atención, pero ahora creo que es tan bueno como Angus McBride. De hecho Noon ha hecho más trabajos para Osprey. Lo más llamativo de él es el color, un tanto chillón a veces, pero magnífico, y sobre todo la atención al detalle - que lo hace idóneo para dibujar barcos y cosas técnicas – que a mí me recuerda a los pintores flamencos del siglo XV, y que es quizá lo más característico de él, frente a la pincelada suelta de McBride o Gerry Embleton, de una generación anterior. Lo malo de este libro es que solo hay 7 láminas, increíbles pero que a mi me saben a poco. Se ve que es caro el dibujante en cuestión, aunque por lo que me costó, pues no me quejo.

Mi ilustración favorita es la de la nave de Oseberg, que como sabemos fue una embarcación funeraria, para gente principal. La ilustración me recuerda un tanto al cuadro que el pintor polaco Henryk Siemiradzki hizo en el siglo XIX sobre el funeral de un caudillo del Rus, menos romántico, pero perfecto.

miércoles, 10 de marzo de 2010

HISTORIA ÉPICA DE RUSIA (II) Paralelismos


Una de las razones por las que me he animado a recopilar datos sobre la Historia rusa, a parte de por lo comentado en mi anterior entrada sobre el tema, es por la fascinación que sobre mí ejercen los pueblos fronterizos. En el caso ruso, ellos suponen el confín no solo entre Europa y Asia, sino entre la Cristiandad y el Islám, un poco como fue el caso de la España cristiana del Medievo y aún de hoy día, por cuyo territorio pasaba el limes entre Europa y África. La frontera entre los mundos cristiano e islámico.

Es posible que todas las naciones fronterizas estén condenadas a parecerse de algún modo. Aunque el caso de España y Rusia es cosa sabida por la mayoría de los historiadores.
Ambas naciones, ya digo, ocupan los dos confines más expuestos de Europa, los unos al noreste y los otros al suroeste, en contacto directo con pueblos no europeos. Este hecho convierte a los habitantes de ambas naciones en gentes abiertas y permeables a las influencias externas, lo cual les hace incluso hacer gala de una tolerancia y respeto por las culturas foráneas que jamás hubiera tenido un inglés o un francés. A este respecto podemos citar ejemplos concretos como el escándalo que suponía para los caballeros borgoñones que ayudaron a Alfonso VI a tomar Toledo, el hecho de que el rey castellano leonés permitiera a los moros rezar en sus mezquitas tranquilamente, mientras similar respeto mostraron los Rusos tras conquistar ciudades tártaras como Kazán o Astrakhán, ante la mirada atónita de los corresponsales, embajadores y espías (que eran de todo un poco) británicos.

Esta tolerancia de las naciones fronterizas es una realidad incontestable, sin embargo la cercanía con el infiel y con el no europeo produce a la vez otra reacción, un tanto paradójica quizá, y es la cerrazón en sí mismas en pos de mantener una identidad amenazada en todo momento. Precisamente por ello ambas naciones han hecho gala de una religiosidad exacerbada. Los españoles fueron durante siglos el brazo armado de la Cristiandad, defendiendo no solo sus propias fronteras, sino también las ajenas, frente avance del Islám o la herejía, sin pensar en el precio. Mientras que los príncipes moscovitas hicieron de su capital la tercera Roma, y sobre sus espaldas cargaron, sin escatimar, toda la responsabilidad de proteger el cristianismo Ortodoxo y aún expandirlo, tras la caída de Constantinopla frente a los turcos.

A este carácter mesiánico, de sentirse el pueblo elegido para defender y expandir la verdadera fe, hemos de unirle otro elemento, mucho menos sublime, como es la capacidad militar. Como pueblos de frontera estaban acostumbrados no solo a los ataques - como cualquier pueblo europeo - sino a las invasiones también. Así en estos lugares nunca se estaba del todo a salvo. Había que estar siempre a la defensiva, lo cual forjó en estas gentes una mentalidad guerrera, que afectaba a campesinos, clérigos, nobles y reyes por igual. Esta situación de peligro constante les permitió, a rusos y españoles en este caso, no solo reconquistar lo que en su día perdieron a manos del enemigo, sean musulmanes árabes y norteafricanos, o mongoles y tártaros, sino expandirse aún más allá, como guerreros formidables que eran, llegando a construir imperios. Así los rusos, tras tomar Khazán y someter los khanatos del Volga, siguieron aprovechando su potencial guerrero y pronto cruzaron los Urales, para conquistar Siberia - ya no había peligro pero siguieron hacia el este - y en poco tiempo llegaron hasta el mar del Japón. Los españoles hicieron lo propio tras conquistar Granada a los moros, asegurando el estrecho y el norte de África - para impedir nuevas invasiones – y después lanzándose a la aventura indiana. Rusos y españoles conquistaron de esta manera continentes enteros, y además sin casi medios, ya que buena parte del presupuesto de guerra se iba en enfrentamientos costosísimas frente al enemigo europeo, mientras que reyes y zares dejaron en manos de soldados de fortuna empresas que consideraban de menor importancia. De este modo actuaron, para mayor gloria de sus naciones, la hueste indiana por un lado, y los cosacos por otro. En ambos casos los beneficios económicos de estas empresas aventureras apenas pasaban por los tesoros reales, pues iban directamente a los bolsillos de los prestamistas o a pagar a las tropas que combatían en Flandes o el Lituania, mientras, por supuesto, el pueblo no veía un duro.

Cristianismo exacerbado por tanto en los pueblos fronterizos, donde todo giraba en torno a la guerra. Esto siempre fue interpretado por el resto de los europeos como síntoma inequívoco de barbarie y de fanatismo, a la par que de atraso e incultura. Se forja así por tanto una leyenda negra en torno a ambas naciones, en donde normalmente se mezcla la realidad con la calumnia, creando una imagen distorsionada de la Rusia de Iván IV, llamado el Terrible, o de las actuaciones de los castellanos en Indias, por poner dos ejemplos, mientras alemanes, franceses e ingleses, sus instigadores, parecían tener reyes perfectos y guerras sin crueldad, tan europeos ellos.

sábado, 6 de marzo de 2010

UNA LARGA EDAD MEDIA. JACQUES LE GOFF



Nos encontramos ante un libro historiográfico de gran originalidad por sus características y por los temas tratados en él. El volumen en cuestión, no muy grueso con poco más de 200 páginas, es una recopilación de artículos aparecidos en la revista L´Histoire entre 1980 y 2004. Para el que no lo sepa, esta revista sería el equivalente a las publicaciones historiográficas que cada semana aparecen en nuestros quiscos; esas que vienen con librito o con DVD incluido sobre temas variopintos, los fenicios o qué se yo. L´Histoire, eso sí, existe desde finales de los años 70, y se caracteriza por la agudeza de sus artículos, así como por la capacidad de análisis y el rigor científico que muestra.

El libro consta de cuatro partes, que se corresponden con diferentes entrevistas que Jacques Le Goff realizó para esta publicación, y que resumen su pensamiento de una manera clara y muy amena. Tanto es así que lo considero un libro para todos los públicos y niveles culturales, y no solo para historiadores aburridos como puedo ser yo mismo. Lo único que se necesita es un poco de curiosidad por saber qué es la Edad Media y entonces el libro te atrapa, la verdad. Y si encima te enteras, quizá haya gente que no lo sepa, de que su autor, Jacques le Goff es uno de los grandes historiadores de hoy en día, pues quizá sientas que el esfuerzo de leerlo puede servirte para algo. El autor es el último de los grandes medievalistas franceses, y heredero directo de Marc Bloch y Georges Duby, y con la misma talla historiográfica que los belgas Henri Pirenne y François-Luis Ganshof, una joya el tío, que ahí sigue trabajando con sus más de 80 tacos, dándole a la tecla y fumando en pipa, y os juro que no hay libro de él que no haya disfrutado, solo por la capacidad que tiene, de recrear el pasado, en donde te metes y puedes llegar a imaginar como fueron los espacios, los tiempos y las sensaciones que evoca: el olor a incienso de las catedrales, el bullicio de los mercados, la laboriosidad de los campesinos o de los artesanos, el orgullo de los nobles con sus ricas vestimentas o la religiosidad que impregnaba todas las facetas de la vida. Es una manera de historiar, que conjuga y usa sabiamente un montón de ciencias auxiliares como la sociología o la antropología - algo muy típico de la escuela a la que Le Goff pertenece, llamada de los Annales - para lograr la “Historia Total”. Aquella que deja al lector el regusto de haber asistido a un espectáculo completo, no sectorial, de una Edad Media con sus luces y sus sombras.

El libro empieza con un magnífico prologo del autor en donde nos describe las diferentes partes del libro y de que tratan, para que nos hagamos una idea de lo que vamos a leer. En general, no sé si al ser entrevistas y no artículos perfectamente planificados por el autor, los temas que toca son un tanto heterogéneos y se refieren a diferentes facetas de la Edad Media.
De ahí quizá se justifica el largo prólogo, para que el lector no se pierda. Sin embargo tampoco es un conglomerado caótico, ya que el libro es entretenido de por sí, y su composición, a base de preguntas y respuestas nos hace saber en todo momento en dónde nos encontramos. Es como un gran Preguntas Más Frecuentes de la Edad Media, que toca muchos de los puntos clave de este periodo. La religiosidad y el papel de la Iglesia, la guerra, el sentir popular, las mentalidades, el mundo de los valores, el poder o el papel de la mujer. Y con afirmaciones que muy poco tienen que ver con lo que hasta ahora creíamos sobre la Edad Media. Desde luego no es un periodo de luz absoluta, pero ninguno lo fue, y mucho menos nuestro siglo XX y lo que llevamos del XXI. Y como dijo un autor - no me preguntéis quién -, si la Edad Media es la noche, quizá lo sea, pero brillante y llena de estrellas.