Los dueños de la estepa infinita. Señores del este,
creadores de vastos imperios, nómadas y paganos.
Así eran en principio los enemigos naturales de los
príncipes rusos. Andando el tiempo, al igual que los mongoles, y después de que
Tarmerlán acabara con la influencia
del cristianismo en los pueblos túrquicos, los tártaros acabaron por adaptar el
islam, una religión que les dio una nueva identidad, más acorde con unos
pueblos que ya no trataban de conquistar por que sí, como los mongoles en el
siglo XIII, sino de afianzar lo conquistado y de crear una administración
eficaz. En definitiva, querían consolidar sus imperios y hacerlos perdurar en
el tiempo.
Los rusos siempre hablaron de tártaros al referirse
a los pueblos de la estepa. Y aunque esta palabra daba nombre a una de las
tribus mongolas que a partir de finales del siglo XII salieron de Asia a
conquistar el mundo, con el tiempo acabó por designar, independientemente de su
origen, raza o religión, a todo pueblo estepario al este del limes ruso.
Los mongoles podrían ser considerados como los
antepasados de los tártaros, que salieron del este de Asia en diferentes tribus
unidas por el famoso Chinguis Kan
(Gengis Kan no es más que una mala traducción europea de un texto árabe).
Chinguis era señor de las diferentes tribus de Mongolia desde 1190, aunque su
expansión más allá de sus fronteras no comenzó hasta 1215, fecha de las
primeras victorias contra el imperio Jin,
situado al noreste de China. En 1218, los mongoles deciden entonces mirar hacia
occidente, con terribles consecuencias para el mundo islámico, cuyo único rival
hasta ahora estaba al oeste, y para los cristianos europeos, sobre todo para
los príncipes de la primera Rusia. Afortunadamente para ellos, Chinguis muere
en 1227, sin embargo el poderío mongol estaba en su apogeo, por lo que a pesar
de las luchas por la sucesión, las rápidas hordas mongolas siguieron
expandiéndose hacia los cuatro puntos cardinales afanosos por conquistar el
mundo.
En lo que respecta a los príncipes rusos, el peor
momento estaba por llegar. El área dominada por los mongoles en aquella región
fue dividida en dos entidades, que son la Horda Blanca, bajo Orda Kan, y que comprende los
territorios en la región sur y este del Volga, y la
Horda Azul bajo otro nieto de Chingis,
llamado Batu Kan, que ocuparía la
región occidental y que será el responsable del asalto a Rusia y después a
Europa occidental.
En efecto, Batu Kan recorrió gran parte del
territorio ruso sembrando la muerte y la desolación a su paso. La propia Kiev
fue saqueada sin piedad en 1240, y lo que conocemos como Rus de Kiev nunca
volvió a recuperarse. Los principados rusos de este estado pasaron a ser
vasallos de la Horda. Solo
las ciudades norteñas como Novgorod, por la lejanía y el frío, se salvaron de
la ira de los mongoles.
Los mongoles de Batu Kan, bajo el carismático
general Subotai, saquearon también como
sabemos buena parte de Europa central, llegando hasta Austria, sin embargo,
cuando parecía que iban a plantarse en las orillas mismas del Atlántico, el
Gran Kan, Ogodei, muere. Estamos en el
1241, y tanto Batu como su general Subotai han de ir a China para asistir a la
elección del nuevo Kan, para lo cual habrá que esperar 5 años. Europa se había
salvado in extremis. Además, ningún mongol volvió a poner sus ojos tan al oeste
nunca más. La civilización feudal europea pudo por tanto proseguir su camino. Y
en cuanto a Rusia, aunque herida casi de muerte, como va dicho, conservó su
identidad y pudo resurgir en las regiones norteñas del principado de Kiev, en
torno a ciudades como Tver, Moscú, Vladimir o Riazán.
Los sucesores de Batu Kan, que fueron su hijo Sartaq
y posteriormente su hermano Berke, perdieron el interés por conquistar Europa occidental.
Es decir, no veían con buenos ojos una expansión cuando a todas luces las
divisiones internas dentro del imperio mongol eran más que evidentes, así
prefirieron consolidar el territorio.
Durante el reinado de Sartaq, personaje con tintes legendarios, se consolida la llamada
Horda de Oro, que englobaba las hordas azul y blanca. Esta Horda comprendía la
parte occidental del disgregado imperio mongol, aquella que observaban los cristianos
europeos de entonces desde su flanco más oriental, ocupado, como sabemos por
los rusos. Los principados del viejo Rus por tanto, que al igual que los reinos
hispánicos del mismo periodo, hacían de escudo y pantalla de la cristiandad
frente a los bárbaros.
En cuanto a Berke,
se convirtió al islám. Un hecho significativo y de vital importancia, pues
después de él, todos los kanes de la
Horda de Oro profesaro esta religión.
Mientras tanto Europa occidental, no volvió a sufrir
ataques mongoles. Fue, paradójicamente el mundo islámico, concretamente el
imperio de los abasidas quien sufre a partir de ahora su furia, que les hará
llegar hasta Siria y Egipto, y arruinando como sabemos Bagdad y el imperio abásida.
Estas acciones fueron llevadas a cabo por otra rama mongola que nada tenía que
ver con la Horda
de Oro, y que acabó fundando el llamdo ilkanato persa. Otra historia.
Mientras la
Horda de Oro consolidaba su poder, y establecía su capital en
la fastuosa Sarai, en el bajo Volga, el componente étnico mongol dejó de ser
exclusivo, y acabó englobando a diferentes pueblos túrquicos de las estepas. La
adopción del islám les dotó así mismo de una identidad diferente a la de sus
hermanos de oriente, asentados en China.
El término tártaro pareció ser entonces más adecuado
para designar a estos pueblos. Los tártaros de la Horda de Oro, y los reinos
herederos (la Horda
de Nogai, Kanatos de Kazán, de Crimea o de Astrakán entre otros) serán dueños
de la estepa rusa hasta bien entrado el siglo XVI, cuando los moscovitas de Iván el Terrible comiencen lenta pero
inexorablemente su expansión hacia el este, que les llevará al mar del Japón en
menos de un siglo.