A pesar de ser menos conocida que lo clásica, no debemos olvidar la importancia de la mitología celta. Sus historias de dioses y héroes legendarios no tienen nada que envidiar a los mitos grecolatinos, y en cierto modo están más elaborados que los mitos germánicos, a pesar de que éstos perduraron en el tiempo hasta bien entrada la Edad Media.
Es cierto que los mitos grecolatinos están hoy presentes en casi todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana, desde el cine y el cómic, hasta la literatura o la pintura. Sin embargo esto no debe restar importancia a las leyendas celtas, que de alguna manera también están presentes en el siglo XXI.
¿Quién no conoce las leyendas del rey Arturo o del mago Merlín? ¿Quién no ha oído o leído historias de elfos o duendes? Por no hablar de muchos de los cuentos de hadas que conocemos, o las historias de caballeros andantes en las cuales se inspiró Cervantes para escribir el Quijote, los cuentos de amores imposibles como la de Tristán e Isolda o las narraciones sobre búsquedas interminables como la del Santo Grial.
¿Quién no conoce las leyendas del rey Arturo o del mago Merlín? ¿Quién no ha oído o leído historias de elfos o duendes? Por no hablar de muchos de los cuentos de hadas que conocemos, o las historias de caballeros andantes en las cuales se inspiró Cervantes para escribir el Quijote, los cuentos de amores imposibles como la de Tristán e Isolda o las narraciones sobre búsquedas interminables como la del Santo Grial.
Los celtas son un pueblo europeo que estuvo asentado en buena parte de lo que hoy es Europa occidental, así en su momento de máxima expansión ocupaba parte de los territorios de las actuales España y Portugal, norte de Italia, Suiza, sur de Alemania, Bélgica, Francia y también las islas británicas. El hecho de que este pueblo ocupara un territorio tan amplio no quiere decir que formaran un imperio, como sí hacían los romanos por aquel tiempo. Ellos sabían que formaban parte de una misma cultura, sin embargo estaban divididos en un sin fin de tribus y reinos, y las guerras entre ellos eran algo habitual. Quizá por ello, los celtas eran grandes guerreros, y dieron muchos quebraderos de cabeza a sus enemigos, que eran, como siempre suele ocurrir, sus vecinos, es decir, los germanos y los romanos.
Había dos tipos de pueblos celtas, por así decirlo:
Había dos tipos de pueblos celtas, por así decirlo:
El primer grupo lo formaban aquellos que vivían en el continente, a saber, los galos, los belgas o los celtíberos entre otros. Estos celtas continentales desaparecieron, digamos, al ser conquistados por los romanos, que después de su victoria construyeron acueductos, puentes y calzadas, así como ciudades, haciendo que estos territorios pasaran a formar parte del imperio romano. Por eso hoy en día en Francia (donde estaban los irreductibles galos) se habla francés, que viene de la lengua que hablaban los romanos, el latín. Lo mismo ocurrió en la península ibérica, por lo que hoy apenas sabemos nada de nuestros valientes celtíberos.
El segundo grupo estaba compuesto por los celtas que cruzaron el canal de la Mancha y pasaron a las islas británicas, que como sabemos hoy día comprenden dos países diferentes, Gran Bretaña e Irlanda. A esta región europea los romanos llegaron mucho más tarde, al ser islas y además lejanas, y cuando lo hicieron, no dejaron una huella tan profunda como en Francia o España, por lo que los celtas que allí vivían no se extinguieron. Además, Irlanda y Escocia, entre otras regiones, jamás formaron parte del imperio Romano, con lo que sus habitantes pudieron seguir con sus costumbres varios siglos más. Incluso una vez cristianizados, las antiguas leyendas paganas siguieron vivas de alguna manera. Es más, fueron los propios monjes celtas quienes durante la Edad Media recopilaron los mitos de sus antepasados, poniéndolos por escrito en libros maravillosamente decorados, gracias a los cuales hoy día conocemos muchas cosas sobre su mitología.
Los monjes celtas creían que la voluntad de Dios podía cambiarse si ponías mucho empeño en algo y lo deseabas mucho. Ellos pensaban que si eras capaz de hacer algo realmente fuera de lo normal, podrías cambiar tu destino. De ahí que siempre estuvieran viajando por el mundo en busca de nuevas tierras que evangelizar o recopilando viejas leyendas con fervor incansable. En este sentido eran herederos de los grandes guerreros celtas, como Cuchulainn o Arturo, que con sus proezas lograron cambiar el mundo mágico en el que vivieron.
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