domingo, 28 de febrero de 2010

EL PODER POLÍTICO EN LA BAJA EDAD MEDIA (III) Las asambleas representativas


Ya hemos dicho como el rey no ha de responder ni ante papas ni emperadores, y solo ante sus súbditos ha de rendir cuentas. Si bien esto fortalecerá el poder del monarca, a la vez creará una situación novedosa, y es que éste tendrá que tener en cuenta, al menos en teoría, las aspiraciones de los habitantes de su reino, en base a las teorías romanistas y a las posturas que defienden la procedencia popular del poder, y de acuerdo igualmente con los principios de asesoramiento al monarca meramente feudales, como el consilium
Así, en base a los nuevos tiempos, los tres órdenes feudales, o estamentos...nobles, clérigos y pueblo llano, compartirán ahora el mismo escenario en base a la defensa de sus intereses frente al rey, sirviendo a la vez de plataforma para que el monarca pueda lograr el apoyo político y económico necesario para la consumación de sus proyectos.

Hasta ahora tanto nobles como clero hacían valer sus derechos frente al rey, con mayor o menor fortuna, en base al sistema de relaciones feudovasalláticas, mientras el pueblo llano, es decir aquellos que ni luchaban ni rezaban para salvaguardar el orden establecido, no tenía hasta ahora la posibilidad de hacer oír su voz en base a los nuevos tiempos. Esto cambiará notablemente.

El estado llano será, y mucho más en la plena Edad Media, un heterogéneo conglomerado que incluirá desde los grupos de marginados – ladrones, prostitutas, mendigos... – a los burgueses y patricios de las ciudades, enriquecidos al amparo del desarrollo económico plenomedieval. Y serán estos últimos los que acudirán a estas asambleas, junto al rey. Será la burguesía, que dotada a partir del siglo XII de cierta madurez, la que luche por sus intereses e intente abrirse un hueco dentro del cerrado sistema social de la Edad Media.

El surgimiento de la burguesía medieval está íntimamente relacionado con el auge económico y el consiguiente renacimiento urbano que acontece en Europa a partir del siglo XI. En las ciudades había muchos tipos sociales, que entre los más desfavorecidos y el opulento patriciado, incluía toda una gama de artesanos y mercaderes de diversa índole, aunque su característica principal consistía en su condición de libres, o al menos de no estar sujetos a los mismos compromisos que los campesinos. Los reyes y nobles, durante este periodo, intentarán a la vez incentivar el desarrollo urbano en sus dominios, fomentando el flujo comercial y garantizando su seguridad, así como dotando a las ciudades de cierta autonomía, en base a fueros y otras concesiones, que en el fondo reportaban enormes beneficios a los señores y a los monarcas, así como a las elites urbanas locales, que con el tiempo, y mediante estas asambleas, reivindicarán mayor autonomía judicial y administrativa para sus ciudades.

Por lo tanto tenemos un nuevo elemento político: las asambleas representativas, que surgirán a partir de los siglos XII y XIII en buena parte del occidente de Europa, y que aunque no debemos verlas como el origen, ni mucho menos, de las democracias europeas del siglo XX, - no en vano fueron arrinconadas por los monarcas y convertidas en meros símbolos ya en época moderna - sí que hemos de considerarlas como el fruto de la madurez política y social que los reinos del occidente de Europa habían alcanzado durante estos siglos cruciales del Medievo.

miércoles, 24 de febrero de 2010

EL PODER POLÍTICO EN LA BAJA EDAD MEDIA (II) Justificación ideológica


Durante los siglos anteriores a la plena Edad Media, la intelectualidad, la única posible, pertenecía al estamento clerical. Fueron por tanto ellos los que sostuvieron ideológicamente el orden social, económico y político existente. Ellos defenderán la jerarquía reinante mediante la teoría de los tres órdenes, que surge ya en torno al año mil, para justificar todo el orden feudal previo.

Ya en el pleno Medievo, con un orden social más evolucionado, surgen otra vez una serie de intelectuales encargados de dotar de una cobertura ideológica a los nuevos acontecimientos. La mayoría siguen siendo eclesiásticos, aunque tendrán una visión diferente y más acorde con los nuevos tiempos. El redescubrimiento de Aristóteles y la adaptación de sus teorías al pensamiento cristiano por Santo Tomás de Aquino será un buen punto de partida. Ya Juan de Salisbury y sobre todo Enrique Bracton, habían empezado a rebasar los viejos esquemas feudales, y dudaban de la legitimidad del monarca si éste se situaba por encima de las leyes. Surge así cierta separación entre lo estrictamente divino y lo legal. Santo Tomás, conocedor de Aristóteles en base a las traducciones de sus colaboradores San Alberto Magno y Guillermo Moerbeke así como de Averroes y otros sabios musulmanes y judíos, admitía igualmente la existencia de una serie de leyes naturales que regulaban de alguna manera el poder, que residía en la voluntad popular.

A pesar de que todas estas teorías, parecían de alguna manera, restar poder a los monarcas de los diferentes reinos, defendiendo que las leyes naturales estaban por encima del Estado, y que el poder ya no viene de Dios, sino del pueblo, a lo que verdaderamente estamos asistiendo es a una separación entre el poder divino y el poder legal. Así mientras estaba más que superada la posibilidad de que el emperador influyese en un reino concreto, estas nuevas teorías también apartaban al papa y a la Iglesia de inmiscuirse en los asuntos de las diferentes monarquías. Nadie estaba por encima de las leyes naturales. Así Juan de París, ya en el siglo XIV, dirá que la autoridad real se apoya en la voluntad popular y no del pontífice, mientras que Marsilio de Padua hablará incluso de la posibilidad de derrocar al rey si éste no cumple la voluntad del pueblo.

¡Por lo tanto solo ante sus súbditos ha de rendir cuentas el monarca!

Esta nueva situación, que hace al rey independiente de toda influencia exterior, hará a la vez que el soberano tenga que enfrentarse a las contradicciones internas de sus propios reinos. Por un lado tratará de articular y administrar sus dominios con todos los medios a su alcance, mientras intentará contener a una nobleza poderosa, que verá mermados sus privilegios y hará todo lo posible para no perderlos, aún a costa del propio rey. Al mismo tiempo, los habitantes de las ciudades, algunos de ellos enriquecidos enormemente gracias a las actividades comerciales, reclamarán también su lugar dentro del sistema. Por lo tanto, y coincidiendo con la llamada crisis del siglo XIV, asistiremos a una serie de enfrentamientos civiles e internacionales, así como a una serie de reivindicaciones y conflictos sociales que caracterizarán los dos últimos siglos de la Edad Media.

martes, 23 de febrero de 2010

EL PODER POLÍTICO EN LA BAJA EDAD MEDIA (I)


El Medievo es un periodo muy largo, que según la mayoría de los historiadores dura en torno a mil años, es decir desde la caída del Imperio Romano de occidente, a finales del siglo V, hasta la desaparición del de oriente frente a los turcos en 1453. Ni que decir tiene que no debemos imaginar este periodo como un lapso homogéneo y equilibrado que va desde el final de la Antigüedad hasta el Renacimiento. Así, y centrándonos ya en las estructuras políticas, no es comparable el modo de vida y el poder que acaparaba un rey franco en el siglo VI con el de un rey de la Francia del siglo XIII. Así como tampoco podemos comparar al noble normando del siglo XI con un aristócrata inglés del siglo XV.

Así como periodo heterogéneo que es la Edad Media, y en base a la división clásica que de ella se hace, entre alta, plena y baja, nos vamos a centrar en el periodo central, quizá el periodo medieval por excelencia, o al menos el que ejemplifica todos los estereotipos e ideas que la gente tiene sobre esta etapa histórica.

Desde la caída del Imperio Romano, y describiré esto a grandes rasgos, hasta aproximadamente el siglo XII asistimos a una casi completa desaparición del poder central. Nada parecido a Roma queda ya en Europa, y sobre sus ruinas surgen un montón de entidades políticas menores, sin apenas relación entre ellas, en tanto desaparece casi completamente el modo de vida urbano, el comercio y la agricultura basada en los grandes latifundios. A parte, el empobrecimiento cultural es latente en todos los ámbitos. Solo la Iglesia y el sistema de relaciones feudovasalláticas dotarán cierto orden a este caos altomedieval, que salvo el interludio que supuso el Imperio de Carlomagno, durará hasta pasado el año mil.

Durante este periodo que acabamos de describir, en lo que se refiere al poder político, lo más destacable son las luchas que entre Roma y el Imperio van aconteciendo. La vieja lucha entre los papas, que reclaman, como representantes de Dios en la tierra, el poder efectivo sobre la Cristiandad, y los emperadores que hacen lo propio como reyes de reyes que pretenden ser, ungidos por el pontífice, que a través de Dios les entrega la legitimidad para gobernar sobre los reinos cristianos. Así según la ideología imperial del momento el emperador debía centrarse en las tareas reales de gobierno de la Cristiandad, mientras el pontífice debería centrarse en los asuntos estrictamente espirituales. Al césar lo que es del césar.

Andando el tiempo, en lo que llamamos plenitud medieval, a partir del siglo XI, asistimos a una serie de acontecimientos clave que principalmente se relacionan con un auge económico que tiene en la reactivación del comercio, el renacimiento urbano, la mayor productividad agrícola y el auge de la natalidad, sus máximos exponentes. Esto queda reflejado también en la forma de ejercer el poder político. Y es que en la tediosa lucha entre el Papado y el Imperio, ambos poderes salieron muy debilitados en contraposición con las monarquías nacionales. Es decir, con los reyes, que son los que verdaderamente gobernaban sus territorios, siendo la máxima autoridad en sus reinos, sin que ningún pontífice u emperador con ideas rancias y universalistas viniera a decirles lo que debían o tenían que hacer.

Y es que nuevas ideas acompañaban a los nuevos tiempos. Así surge toda una ideología de la mano de los intelectuales de la época, para justificar las nuevas concepciones del poder. Estos estudiosos y eruditos plenomedievales crearán toda una teoría, que romperá con las tesis teológicas previas, creando un incipiente espíritu laico.

domingo, 21 de febrero de 2010

THE SECRET OF KELLS, O EL LIBRO FRENTE A LAS TINIEBLAS



Desconozco la repercusión que esta película ha tenido en España, supongo que nula. Lo que es en Irlanda ha pasado igualmente sin pena ni gloria. Qué gran injusticia.
Me he enterado eso sí, hace poco, que ha sido seleccionada para competir por el Oscar, lo cual, la verdad, indica que siempre hay justos en Sodoma, y que alguien, por allá por California, aún debe de tener algo de espíritu crítico y sobre todo buen gusto.

La película en cuestión nos narra las vicisitudes y aventuras de un chico irlandes que vive en un monasterio, con su tío el abad, en tiempos de las invasiones vikingas. En general todo esta contado de una forma desenfadada y caricaturesca que nos hace, o al menos si fuera niño lo haría, identificarnos con casi todos los personajes que aparecen al principio de la película. Y es que todos son bienintencionados y afables, por lo que tienen rostros y nombres propios. El hermano Sergei, Leonardo, Aidan, y como no el gato Pangur Bán. Mientras que los enemigos no tienen rostro, y son tan solo una masa impersonal cuyo único objetivo es saquear y destruir lo que a ellos, los monjes irlandeses, tanto esfuerzo les ha costado.

El guión es magnífico. Y cuenta la historia de Brendan, y su aprendizaje mediante los contactos que mantiene con sus maestros cristianos, el hermano Aidan de Kells, y paganos, el hada Ashley. Tradiciones nuevas y viejas se funden así en la educación del joven, como hicieron en la Irlanda de la época paganismo y cristianismo forjando su cultura e identidad actual. Brendan tendrá que luchar contra los elementos para lograr su objetivo, que es salvar el Libro de Kells de la rapiña de los nórdicos. El libro que es capaz de transformar las tinieblas en luz. Así la cultura es capaz de iluminar por allá donde pasa. En un periodo de oscuridad, y estando Europa sumida en el caos ante los ataques nórdicos, donde la fragmentación política solo fue el primer paso del empobrecimiento cultural, y de la crisis total, los libros aún escondían entre sus páginas el saber ancestral que permitiría a la humanidad seguir hacia adelante. Y esos libros estaban en peligro ante los ataques vikingos, que tenían entre los monasterios sus objetivos predilectos. Solo Irlanda había estado, por su condición periférica e insular, a salvo de las primeras oleadas bárbaras de los siglo V y VI, por lo que fueron ellos los que guardaron el testigo de la cultura que en el Imperio Romano languidecía. Ahora que la situación, en el siglo IX se repetía (segundas invasiones) Irlanda no tendría tanta suerte. Así, los irlandeses, verdaderos ilustrados altomedievales, guardaron celosamente su saber frente al caos, aquel saber que guardaban en los libros, que copiaban y transmitían con arrojo. Entre ellos, el Libro de Kells, el que ilumina las tinieblas.

Para lograr su objetivo, el joven Brendan contará con la ayuda del hada Ashley, que habita por los bosques que rodean el monasterio. Es curiosa la alianza pagano-cristiana, que se nos muestra además como algo natural. El hecho de que Ashley ayude al joven monje y de que él siempre la tenga en su memoria, a pesar de lo que su religión diga de que las hadas o no existen o que son demonios, es algo que me llamó la atención desde el principio, y que nos hace pensar que el cristianismo en Irlanda asumió de una manera armoniosa y fácil, todas las tradiciones previas, así el paganismo campa a sus anchas por entre los evangelios y ritos varios, pues lo cristiano es una evolución, no una ruptura. Y así ambas tradiciones son caras, aún hoy, de la misma moneda que representa el orbe céltico-irlandés.

Que es para niños, por supuesto, aunque a mí, como adulto no solo me ha hecho pensar, sino disfrutar como lo hubiera hecho si estuviera en mi infancia. A nivel estético es impactante. Sin los pomposos artificios de las películas de animación americanas, aquí vemos un decorado de corte céltico, con trisqueles y entrelazados en movimiento que ascienden y envuelven toda la trama dotándola de una magia singular, mientras la música crea una atmósfera de ensueño, casi fantasmagórica. Es especialmente inolvidable el tema Pangur Bán, que Ashley canta al gato blanco de Aidan. Por cierto, anda por internet la traducción del gaélico al inglés del poema Pangur Bán, escrito en el siglo VIII, y que habla de un monje irlandés y de su gato, leedlo y entenderéis muchas cosas.


sábado, 20 de febrero de 2010

HISTORIA ÉPICA DE RUSIA (I)



Mi interés por la Historia de Rusia viene ya de largo, aunque ahora que me he puesto manos a la obra, recopilando fuentes aquí y allá me he dado cuenta de varias cosas. Lo más destacable es la absoluta escasez de fuentes y de libros referidos a Rusia desde los orígenes hasta el siglo XVI, en castellano. Lo cual demuestra el absoluto desinterés por parte de los historiadores españoles hacia este periodo, y por lo tanto de la gente en general. La cosa es diferente cuando hablamos de la Rusia Moderna; los imperios de Pedro y Catalina, y por su puesto si nos referimos al orbe contemporáneo, desde Alejandro I hasta el colapso de la URSS.

¿A quien no le interesan las victorias de este pueblo sobre Napoleón?, por ejemplo, o ¿qué decir de la actuación de Stalin durante la Segunda Guerra Mundial? La verdad es que todos hemos leído novelas sobre esos temas, lo hemos estudiado en el colegio, y hemos visto cientos de películas de todas las nacionalidades posibles. Sin embargo, si hablamos del periodo medieval la cosa cambia. Nadie sabe nada sobre los Rus, sobre el surgimiento y desarrollo del estado de Kiev, o sobre el principado de Moscovia. A nadie le interesa la agónica lucha de estos eslavos fronterizos por su supervivencia, su pugna constante frente a bizantinos, europeos del oeste o musulmanes, sean persas o tártaros de la estepa, por citar solo a algunos, y su necesidad tanto de crear un estado fuerte y estable, como de expandirse más allá de sus fronteras. Crear un imperio o perecer.

Mi interés por la historia de Rusia empezó en mi infancia, a fuerza de leer libros como Miguel Strogoff y de ver películas como Taras Bulba, aunque fue en mi adolescencia cuando mi interés se acrecentó, una vez leí la novela Rusos de Edward Rutherford, que en aquel momento era lo poco en castellano que había sobre el mundo ruso medieval, y me fascinó. Cierto es que el autor anglo-irlandés dedica tres cuartas partes de su novela al mundo contemporáneo, pero los cuentos sobre el Rus de Kiev o la conquista de Kazán en tiempos de Iván IV no tienen desperdicio. A día de hoy, ya digo, puesto a recopilar fuentes para mi proyecto sobre Historia Épica de Rusia me encuentro con el problema antes comentado, y es que el ámbito contemporáneo sigue siendo el niño bonito de la Historiografía, y esto lo observamos en las publicaciones que aparecen cada mes en los escaparates de las librerías, en las nuevas apuestas hollywoodienses – Enemy At The Gates o K19 The Widowmaker por citar un par de ellas de tema ruso – e incluso en los planes de estudio de nuestro sistema educativo, en donde la Historia Antigua y Medieval se despachan de mala manera, y encima se da principalmente en los dos primeros años de la ESO, en donde los chavales no llegan a los 14, que cuando quieran ir a la universidad todo recuerdo de Historia Medieval será casi un mal sueño infantil. Además hablamos de una Historia Medieval centrada exclusivamente en occidente, que el estudio de Europa oriental no se reserva ni para la facultad, tan decepcionante, y que lo único para lo que a mí me sirvió fue para convencerme de que lo mejor era tirar por el camino de la autodidáctica.

Cierto es que estoy solo empezando a recopilar. Por lo que estoy seguro de aparecerán más monografías por los sitios más insospechados. Mayor va a ser el problema de las fuentes primarias, pues la mayoría están en ruso, idioma que ignoro, aunque algunas están traducidas por suerte al inglés. ¿Quién se encargará en España de traducir este tipo de fuentes, sean rusas, japonesas o maoríes al castellano? Porque en inglés hay de todo, pero lo que es en nuestra lengua...En cuanto a las fuentes no rusas, están las árabes y las judías, traducidas muchas también al inglés, y las sagas nórdicas, siendo estas últimas objeto absoluto de mi adoración, por informativas y jugosas, y por entretenidas.

En cuanto a las monografías y fuentes secundarias, estoy trabajando exclusivamente con libros en inglés. Por ahora con Peter Turchin, y el ex profesor de Oxford y absoluta eminencia en la materia Philip Longworth. Si hablamos de bibliografía en castellano, seguro que la habrá muy interesante, tengo fe en ello, aunque por ahora todo lo que he encontrado son vagas - y a veces incorrectas - referencias en manuales generales y monografías traducidas de autores extranjeros, ninguna posterior a 1972. Qué triste.

domingo, 14 de febrero de 2010

LA HUESTE INDIANA (I)



“Nosotros, sin saber Su Majestad cosa ninguna, le ganamos esta Nueva España, sirviendo a Dios, al Rey y a toda la Cristiandad
BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO; Historia verdadera de la conquista de Nueva España
La cita del conquistador y cronista vallisoletano, que abre paso a este doble artículo, nos da una idea muy clara del sentimiento de los conquistadores, que estaban ganando un imperio para Castilla, a miles de kilómetros de la península, mientras el emperador, el césar Carlos, solo ponía su atención en América a la hora de dar cuenta del oro y las riquezas que de allí llegaban, para dilapidarlo inmediatamente en más tropas y ejércitos que mantenían la posición de España como señora de Europa, mientras Castilla no solo no veía un maravedí, sino que estaba sometida a un implacable pechar, en pos de sufragar una política exterior en el fondo perjudicial para sus intereses. 

Aunque, eso es otra historia, y tampoco es mi objetivo analizar por qué el oro de las Indias acababa en las arcas de los banqueros genoveses o servía para pagar las soldadas de los tercios de Flandes - cuando llegaban -. La lejanía física respecto España y la falta de vocación atlántica de los Habsburgo componen el ingrediente inicial a la hora de analizar, si acaso someramente, las características de la hueste indiana. Así este tipo de expediciones son fundamentalmente privadas, es decir, que la Corona no gastaba un real en su financiación, aunque sí que cobraba un quinto de todo lo que se rescatara, con lo cual suponía un negocio redondo, con grandes beneficios y poco riesgo. Pero primero, y para aquellos no familiarizados con éste término, diremos que la hueste indiana es una tropa o expedición que, con permiso real, hacía una serie de tareas u operaciones consistentes principalmente en explorar, conquistar y poblar, así como rescatar, es decir, conseguir beneficio económico, sea en oro, perlas, piedras o especias varias, del cual la corana se quedaba con un quinto, mientras el resto servía para amortizar los gastos de la expedición y pagar a los integrantes, ya sean capitán, sargento mayor, alféreces, cabos de escuadra o simples soldados o marinos.

Los reyes de Castilla tenían, en exclusiva, una serie de derechos sobre las Indias, en base a las bulas emitidas por el papa Borgia. Así la justificación jurídica para descubrir, poblar y cristianizar nuevos territorios les venía - a los Reyes Católicos en este caso - directamente del papa, o lo que es lo mismo, tenía un origen divino, y con lo cual incuestionable. La monarquía española en aquel momento, a finales del siglo XV, recién terminada la Reconquista con la toma de Granada, y con la reciente expulsión de los judíos, no estaba para hacer grandes desembolsos, y si bien ostentaba un derecho jurisdiccional de origen divino sobre las tierras recién descubiertas, no tenía los caudales necesarios para afrontar una conquista en toda regla. Sin embargo tampoco querían los reyes que las Indias pudieran convertirse en territorio un gobernado por clanes nobiliarios poderosos, es decir, tenían miedo de que América se feudalizara en el caso de dar mucho protagonismo a las empresas de carácter privado. Aún se recordaba en la corte la experiencia, no siempre positiva, de la conquista de las Canarias - verdadero laboratorio sobre lo que llegó a ser la conquista de las Indias – en donde familias nobles muy poderosas, a veces incluso extranjeras, acapararon el poder en gran parte de aquellas tierras, en perjuicio de la jurisdicción de realengo. Para evitar que esta situación pudiera volver a producirse en las tierras transoceánicas, surge el sistema de la hueste indiana. En el caso de las islas Canarias, la nobleza poseedora de tierras establecía un pacto de vasallaje con la corona, lo cual no suponía en absoluto una pérdida de su poder, y mucho menos en una época - mediados a finales del siglo XV - en donde no existía nada parecido a un estado centralizado bajo jurisdicción real. En las Indias no se quería cometer el mismo error. Así ahora la Corona tendrá siempre los ojos puestos en el desarrollo de los acontecimientos, para evitar que se formara allí una nobleza fuerte que perjudicara sus intereses. La hueste indiana necesitaba un permiso real para su constitución. Así la corona otorgaba unas licencias o cartas de merced, las llamadas capitulaciones, que era un contrato firmado entre los reyes y aquellos que desearan formar hueste. Esta tropa estaba bajo el mando de un caudillo o capitán, que se comprometía con una serie de deberes, entre los cuales estaba todo lo relacionado con el reclutamiento, pertrechos, evangelización de indios etc., obteniendo a cambio una serie de concesiones, como impartir justicia, ciertas exenciones de impuestos o potestad en los repartimientos, tanto de tierras como de indios. La Corona a cambio de estas mercedes recibía un quinto de todos los beneficios obtenidos, algo que debía llevarse a rajatabla y cuya supervisión recaía en los oficiales reales, que acompañaban siempre a los miembros de la hueste indiana. El reclutamiento solía hacerse en un lugar público, en donde al son de tambores se anunciaba y se leía la carta de merced, y se explicaba a las gentes en que consistía aquella nueva aventura. Normalmente estaba vedado el acceso a este tipo de empresas a personas cuya limpieza de sangre no estuviera asegurada, así como a aquellos que hubieran tenido problemas con la inquisición, y por supuesto a moros, judíos, gitanos y homosexuales entre otros. Se trataba de conquistar y poblar aquellas tierras, cristianizando y dando buen ejemplo al indio como súbdito de Castilla que era, con lo cual siempre se intentó establecer un filtro a estas personas “indeseables”, no solo desde España, labor que ejercía la Casa de Contratación de Sevilla, sino desde la misma mesa de reclutamiento, estuviera esta en Cuba, la Española o en cualquier otro lugar. Esto, por supuesto, no siempre fue así, y las necesidades de conquista muchas veces no permitían una investigación exhaustiva de las características de los individuos que se enrolaban. La mayor parte de las veces la hueste era un tropel variopinto de gentes de todas las procedencias posibles, vestidos de manera desigual y con profesiones varias. Normalmente eran personas jóvenes, entre los 25 y 30 años, aunque con cierta experiencia marinera o militar, y cuyos oficios abarcaban todas las necesidades posibles de la tropa en campaña. Así había cocineros, clérigos, galenos, cirujanos, escribanos, soldados y marinos, intérpretes y un largo etc. El caso de los intérpretes, indios o mestizos, y a veces castellanos, trae a colación la importancia de la ayuda indígena en la conquista. Y es que no hay hueste indiana que no contara con un elevado número de ellos, y que a parte de traductores hacían las veces de cargueros, adalides (guías) o guerreros. A pesar de esta disparidad, la capitulación, al ser concedida por los reyes y por lo tanto estar bajo su supervisión, otorgaba a este variado conjunto una cierta homogeneidad, a parte de que el capitán o caudillo estaba investido de ciertos poderes encaminados a imponer una férrea disciplina en la tropa, pudiendo castigar incluso con pena de muerte.

LA HUESTE INDIANA (II) Táctica y armamento

En cuanto al armamento y las tácticas utilizadas por la hueste indiana debemos decir que la superioridad respecto a los indígenas era incontestable. Aunque la indiada contaba con algunas ventajas como su superioridad numérica y el conocimiento del terreno. De todas las armas utilizadas por los castellanos, la espada era sin duda la más destacable. Ni la pólvora, ni siquiera el caballo, tuvieron tanta importancia como las espadas españolas, las mejores del mundo conocido. Los indígenas utilizaban garrotes con filos de obsidiana, que tan solo podían tajar, y además por un periodo de tiempo muy corto, pues el filo se gastaba enseguida. El acero toledano por contra era mucho más ligero, flexible y resistente, y podía tanto tajar como trinchar al enemigo sin sufrir aparente desgaste. La espada es sin embargo solo uno de los muchos factores que daban al español una indiscutible superioridad en el cuerpo a cuerpo, habría que hablar también de los elementos defensivos, entre los que cabría citar toda una variada indumentaria compuesta por cotas, morriones, celadas, corazas, cascos, petos, coseletes, espaldares, o rodelas, por citar algunos. Lo que ocurre es que este tipo de elementos defensivos eran utilizados en batalla, en campo abierto, más el soldado castellano no dormía con ellos ni caminaba por las selvas o por los infinitos desiertos cubierto de hierro, y es precisamente ahí donde el indio se movía en su elemento. Prefiriendo el bosque al campo abierto, y buscando la oscuridad y la sorpresa, para sorprender desprevenido al español. Era por tanto en esta guerra de guerrillas en donde se equiparaban las fuerzas, y en donde al español no le servían sus largas picas, que si bien con ellas los tercios se estaban haciendo señores de Europa, su diseño exclusivo para batallas campales las hacía inútiles frente a las emboscadas nocturnas y los dardos envenenados. Destaca entonces la utilidad del perro, que los españoles convirtieron en un arma mortífera, muy útil para descubrir ataques por sorpresa y para localizar y perseguir la indiada en la noche si hacía falta, siendo capaz de despedazar a un indio en cuestión de segundos. Si hablamos de animales, no obstante, el caballo sin duda es el rey. Si el perro provocaba absoluto pavor en los indígenas, el caballo será casi reverenciado por ellos como un dios de la guerra, letal, fiero y despiadado. El caballo español, de ascendencia árabe, era de los mejores del mundo. Así, en perfecta formación, podían atropellar y lancear a los guerreros enemigos sin ninguna dificultad. Tanto predicamento tendrá este animal en América, que enseguida el indio aprendió a dominarlo, llegando a ser tan buen jinete como los europeos. Las ballestas, si hablamos de armas a distancia, tenían mucha mayor capacidad de penetración que las flechas o piedras lanzadas por los indios. Eran fáciles de reparar y además se podían construir nuevas saetas fácilmente con la materia prima que encontraron en América, a parte de que no se necesitaba de una especial pericia para manejarlas. Tenían no obstante una serie de inconvenientes, como su peso, y la lentitud de frecuencia de tiro, en torno a una flecha por minuto. Así eran letales si se utilizaban en un momento preciso, más para ser realmente efectivas necesitaban de una cobertura adecuada - piqueros - y actuar en grupo. Los mismos problemas e inconvenientes tenían las armas de fuego, que provocaban terror entre los nativos, más eran pesados armatostes que disparaban con gran lentitud. En la primera mitad del XVI sen utilizaban mosquetes con llave de mecha, muy primitivos aún e incómodos como se ha dicho. Aunque al igual que las ballestas eran fáciles de reparar y contaban con gran eficacia y precisión, así de un solo disparo no era difícil atravesar varios de los desnudos cuerpos de los enemigos nativos a un tiempo, si estos atacaban en grupo. Al igual que los ballesteros, los arcabuceros necesitaban cobertura, sean piqueros en campo abierto, o cualquier tipo de protección o parapeto ocasional, y atacar en grupo y en formación cerrada, pudiendo entonces alcanzar cadencias de más de un disparo por segundo, durante periodos cortos de tiempo. Así la superioridad armamentística y táctica es un factor clave a la hora de evaluar el éxito de la conquista española, y define muy bien las características de la hueste indiana, formada en la mayoría de las ocasiones por grupos muy reducidos de soldados, lo cual no les impidió conquistar un continente inmenso en apenas 50 años. No es mi intención analizar aquí la valiosa ayuda que recibieron de los aliados nativos, o argumentar sobre las enfermedades que los castellanos propagaron por el Nuevo Mundo - enfermedades desconocidas se sufrieron en ambos bandos-, o el hecho de que los nativos les consideraran dioses o el choque cultural. Se sale fuera del tema analizar si esto benefició o no a los aventureros y soldados españoles que, en busca de mayor fortuna y para ganar honra y fama, como en los libros de caballerías, fueron a las Indias. Pero la proeza titánica de los castellanos, la conquista de un inabarcable continente por unos cuantos millares de hombres jóvenes que muchas veces huían de la miseria en España, o del cadalso, y con la excepción de la conquista de Siberia por 540 cosacos rusos - otro inabarcable continente – no tiene parangón en la Historia del hombre.